Dios estaba solo. Sintió el deseo de compañía y creó seres que se la brindasen. Pero esas criaturas acabaron hallando la llave de la felicidad, que les abrió las puertas del lugar en que Él moraba. Dios volvió a estar solo y triste. ¿Qué hacer? Podía crear otros seres pero era necesario que no volvieran a descubrir la llave de la felicidad. Reflexionó largo tiempo. Estaba decidido a crear al ser humano, pero se preguntaba dónde ocultarle la llave. Aunque la guardase en los confines del Universo, allí también llegaría. ¿dónde hallar un sitio en el que éste nunca buscaría?
Las tinieblas de la noche iban cediendo ante la luz del amanecer. Dios tuvo una ocurrencia magnífica: creó al ser humano y en su interior ocultó la llave de la felicidad. Allí nunca la encontraría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario