La felicidad nace de una mente en paz.
La felicidad solo se encuentra en uno mismo, en el silencio, donde se halla el espíritu infinito, en la paz interior, a la cual solo se llega cultivando el altruismo. La antigua civilización tibetana, venerando la sabiduría y la compasión cómo únicos bienes deseables, lo había comprendido hacia siglos.
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